Entregándonos totalmente, le pedimos a Dios su protección y cuidado.
ALCOHOLICOS ANONIMOS, p. 54
Yo no podría manejar mi vida solo. Había tratado de hacerlo y fracasé. Mi “pecado máximo” me arrastró al nivel más bajo que haya podido llegar e, incapaz de funcionar, acepté el hecho de que desesperadamente necesitaba ayuda. Dejé de luchar y me entregué totalmente a Dios.
Solamente entonces empecé a desarrollarme. Dios me perdonó. Un Poder Superior tenía que haberme salvado, porque los doctores dudaban de que yo pudiera sobrevivir. Ahora me he perdonado a mí mismo y disfruto de una libertad que nunca había experimentado antes. He abierto mi corazón y mi mente a Él. Cuanto más aprendo, menos sé, una realidad para la humildad, pero sinceramente quiero seguir desarrollándome. Disfruto de serenidad, pero solamente cuando confío mi vida totalmente a Dios. Mientras que yo sea honesto conmigo y pida Su ayuda, puedo seguir manteniendo esta existencia gratificadora.
Sólo por hoy, me esfuerzo por vivir sobrio y de acuerdo a Su Voluntad.
Doy gracias a Dios que hoy puedo optar por no beber. ¡Hoy la vida es bella!
No hay comentarios:
Publicar un comentario