Al despertar, pensemos en las veinticuatro horas que tenemos por delante. Consideremos nuestros planes para el día. Antes de empezar, le pedimos a Dios que dirija nuestro pensamiento, pidiendo especialmente que esté disociado de motivos de auto conmiseración, falta de honradez y de egoísmo.
ALCOHOLICOS ANONIMOS, p. 80
Todos los días le pido a Dios que encienda en mí el fuego de su amor, para que ese amor brillante y claro ilumine mi pensamiento y me permita cumplir mejor con Su Voluntad. Durante todo el día, según dejo que las circunstancias interiores me desanimen, le pido a Dios que grabe en mi mente la conciencia de que puedo volver a empezar el día cuando desee; cien veces si es necesario.
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