El contacto frecuente con recién llegados y entre unos y otros es el punto luminoso de nuestras vidas.
ALCOHOLICOS ANONIMOS, p. 83
Un hombre llegó borracho a una reunión, interrumpió a los participantes, se puso de pie y se quitó la camisa; tambaleante y bullicioso iba y venía por café; exigió que le dejaran hablar y finalmente insultó al secretario del grupo y se fue.
A mí me agradó que estuviera allí, vi una vez más lo que había sido yo. Y vi también lo que todavía soy y lo que podría ser.
No tengo que estar borracho para querer ser la excepción y el centro de atención. Frecuentemente me he sentido abusado y he respondido abusivamente cuando sencillamente se me estaba tratando como un ser humano común y corriente.
Cuanto más insistía aquel hombre que era diferente, más me daba cuenta de que él y yo éramos exactamente iguales.
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