ALCOHOLICOS ANONIMOS, p. 70
Cuando ya había dado mi Quinto Paso, me di cuenta de que todos mis defectos de carácter eran el resultado de mi necesidad de sentirme seguro y amado. Usar solamente mi voluntad para trabajar en ellos hubiera sido tratar obsesivamente de resolver el problema. En el Sexto Paso intensifiqué la acción que puse en los tres primeros Pasos: Meditar el Paso diciéndolo una y otra vez, ir a reuniones, seguir las sugerencias de mi padrino, leer y buscar dentro de mí. Durante los primeros tres años de sobriedad tenía miedo de entrar sola en un ascensor. Un día decidí que debía hacer frente a este temor. Le pedí ayuda a Dios, entré al ascensor y allí en un rincón había una señora llorando. Me dijo que desde el fallecimiento de su esposo ella había tenido un miedo mortal a los ascensores. Yo olvidé mi temor y la conforté. Esta experiencia espiritual me ayudó a ver que la buena voluntad era la llave para el resto de los Doce Pasos hacia la recuperación. Dios ayuda a aquellos que se ayudan a sí mismos.
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