martes, 21 de enero de 2014

SERVIR A MI HERMANO

 

El miembro de A.A. le habla al recién llegado, no con un espíritu de poder, sino con un espíritu de humildad y debilidad.

A.A. LLEGA A SU MAYORIA DE EDAD, p. 272

Según pasan los días en A.A., le pido a Dios que dirija mis pensamientos y mis palabras al hablar. En esta participación continua se me presentan muchas oportunidades de hablar. Elevo mi pensamiento y pido: “Querido Dios, ayúdame a vigilar siempre mis pensamientos y mis palabras, que sean las verdades, lo correcto de nuestro programa. Ayúdame Dios a reconcentrarme en busca de Tu amorosa guía, de manera que lo que diga sea verdaderamente amoroso, bondadoso, útil y sanador, pero lleno de humildad y despejado de cualquier matiz de superioridad.

Tal vez hoy tenga que enfrentar palabras o actitudes desagradables, características del alcohólico. Si esto ocurriera, haré una pausa para centrarme en Dios y entonces reaccionar desde un punto de vista de compostura, fortaleza y sensibilidad.

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